... pero los FANTASMAS existen.
Recordarán les conté que en esto de los estudios carboníferos que me llevarán a ostentar un título universitario sin tener que temer que me demanden por mentir, no empecé de manera solitaria, sino que tenía a Beatriz como compañera de equipo.
Beatríz, luego de unos meses de avanzar, de algunas discrepancias y revueltas en el Abismo y en el Paraíso, salió del proyecto causando que todos a mi alrededor preguntaran por ella, si sabía de su paradero, que por qué tan repentinamente se había escabullido, sin despedirse, sin dejar rastro alguno.
Betsy, la jefa del proyecto, parecía ser la única que entendía mi molestia cada vez que alguien volvía a preguntar qué había sido de Beatríz. Sólo ella y Jurogu (mi maestro Jedi) no preguntaron si sabía por qué ni una nota había dejado antes de desaparecer.
Incluso Fengalon fue el más inquisitivo, sus preguntas eran como afiladas dagas que intentaban traspasar mi mente. Como si yo tuviera más información de la que el resto del mundo tenía sobre la desaparición de Beatriz. Como si yo escondiera algo bajo los experimentos diarios del carbón.
Pasaron algunas semanas luego de la misteriosa desaparición. la gente poco a poco dejó de preguntarme qué había pasado, qué le había yo hecho para que se fuera. Casi todos lo fueron enterrando en la memoria, casi...
Fue en uno de esas tardes cuando salimos, Fengalon y yo, a comer con la familia cristiana (en donde nos ponen una dosis enriquecida de canciones de alabanzas al por mayor) cuando empezó de nuevo a preguntar por ella... por enésima vez le dije que poco sabía sobre su desaparición. Y luego el rumbo de sus preguntas cambió.
- Encontré tu bata - me dijo mi antiguo maestro de termodinámica - y noté tenía esas manchas rojas...
-¿manchas rojas? - pensé por un momento qué manchas eran las que habían llamado la atención a mi amigo, quien ahora terminaba su caldo de pollo. Y es que cualquier persona que trabaja con sustancias químicas fácilmente olvida el origen de cada mancha que aparece en su bata.
-¿Acaso esas manchas que encontré en tu bata... no son de sangre? - Fengalon interrumpió mis pensamientos y el postre terminó en silencio.
Esa noche casi no pude dormir y cuando al fin logré hacerlo tuve sueños diversos y a la vez repetitivos. Las imágenes me presentaban a mi mismo en el laboratorio ralizando experimentos con el carbón activado y con nitrato de plata... esa sustancia una y otra vez aparecía por doquier. Cuchillos, manchas rojas, fuego, carbón...
A la mañana siguiente me dirigí con Jurogu, mi Maestro. Al final él tiene la sabiduría que, por mucho, a mi me hace falta. Le conté sobre mis avances en el proyecto carbonífero y también sobre mi intranquilidad por el caso Beatriz y sobre el inquisidor Fengalon. Mi sueño también fue parte de mis relatos.
- ¿Así que Fengalon también está en ésto?- preguntó mi maestro luego de que pacientemente escuchó las palabras de un desvelado pupilo. - Sensei - le dije, acercándome a él - ¿usted sabe algo más sobre la desaparición de Beatríz? - Y el Maestro volteó a todos lados de la oficina donde nos encontrábamos para asegurarse que estuviera vacía y habló en el volumen adecuado para que sólo yo pudiera oírle - He conducido mi propia investigación - al fin dijo - a pesar de que los altos mandos prohibieron seguir haciéndolo y he llegado a cosas interesantes- Inmediatamente me exalté, mi maestro, quien se había mostrado renuente a saber sobre el caso había descubierto algo que podría resolver tanto misterio. -¿Qué cosas, maestro? - le pregunté esperando ser lo suficientemente digno de su confianza para que me compartiera sus descubrimientos - Todo a su tiempo- dijo mi sensei con una sonrisa llena de paz - la verdad se descubrirá.
Esa tarde le conté a Fengalon mi sueño, mientras comíamos la exótica comida del restaurante cristiano. -¡Claro!- exclamé mientras repasaba mentalmente las imágenes de mi sueño - nitrato de plata, esa cosa causó las manchas en mi bata, no es sangre Fengalon, es nitrato de plata.
Fengalon se acomodó en su asiento y bebía su agua roja, era agua de jamaica. -¿Será?- preguntó más para si mismo que para mi - yo creo que es una buena coartada y que podrías haber engañado a todo mundo con eso del nitrato, pero no a mi... yo sé lo que pasó con Beatriz- Fengalon también había descubierto la verdad y ahora que estaba a punto de enterarme, por alguna razón, no tenía ganas de saberla - has sido bueno al esconder tus pistas, con aquello del nitrato, el carbón, el horno carbonizando tus muestras a 650°C y reconozco - siguió mi amigo lentamente - que no soy muy hábil con la química inorgánica pero afortunadamente tuve ayuda de Betsy para unir el rompecabezas... nunca lo creí posible... tú... - se detuvo mirándome con rencor, aún no entendía sus palabras, pero sabía que no podía ser bueno - tú, te deshiciste de ella. ¡Tú mataste a Beatriz!
Lo siguiente pasó todo muy de prisa, apenas terminó Fengalon su frase decidí tenía que escapar. Algo así no podía salir a la luz, no sé qué consecuencias tendría pero tenía que escapar. Salté de la silla donde estaba comiendo, tiré algunos platos y salí corriendo, sin pensar, hacia la oficina de Betsy. Ella, tan amable y comprensiva que había sido todo este tiempo, podría explicarme todo.
Apenas llegue comencé a hablar, de forma tan rápida como casi ininteligible - Betsy, yo no fui, yo no hubiera podido hacer algo así ¡tienes que creerme! - Betsy, de forma calmada, casi como si esperara que yo llegara así, precipitadamente, comenzó a hablar - tranquilo, yo sé que nada hiciste tú... sólo que a veces hay que darle pistas con las que trabajar a los investigadores... - yo, aún intentado recuperar el aliento, no entendía lo que estaba diciendo - afortunadamente todos por aquí confían en la jefa de instrumentación... como sabes toda investigación requiere de sacrificios, y los recursos se nos estaban acabando así que tuvimos que... lo siento... pero lo que aún no entiendo es qué haces áquí todavía... - mi corazón latía aún más fuerte con cada frase que Betsy iba soltando así casi sin importancia, mi mente casi en sincronía con mis latidos también trabajaba "¿sacrificios?", "¿nosotros?", "¿todavía?". Había sido un error ir con ella, aunque seguía sin comprender qué pasaba. Lo que sí sabía es que yo no había matado a nadie. Cuando de nuevo iba a emprender la huída vi que Fengalon llegaba por la única entrada y salida del edificio. La oficina de mi Maestro estaba en el edificio frontal... si tan sólo hubiera otra salida...
Me dirigí tan rápido como pude a uno de los laboratorios, cerré con seguro las dos puertas de acceso sabiendo que estaba perdido si me quedaba ahí mucho tiempo pues si Fengalon llegaba, esos seguros no tendrían la mínima oportunidad contra su devastadora fuerza. Por otro lado Betsy tenía todas y cada una de las llaves del edificio, así que sólo había de esperar unos segundos a que encontrara la llave correcta. Miré al techo y entonces encontré mi salida, las campanas de extracción. Me subí a una mesa y desde ahí alcancé una de las campanas de extracción usadas para sacar los vapores de las sustancias químicas ahí empleadas. Mientras iba escalando por el ducto escuché a Betsy gritarle a Fengalon - ¡ha confesado! ¡él la mató! ¡ve por él, no lo dejes escapar!
Al fin logré salir al techo del edificio, dejando de escuchar los gritos de Betsy y sintiéndome aliviado al ver el edificio contiguo donde mi Maestro me podría escuchar y aconsejar. Salté entre los techos y llegué al edificio sabiendo que tenía poco tiempo antes de que Betsy alzara la voz de alarma y media escuela estuviera persiguiéndome. Corrí desesperadamente a la oficina de mi Maestro, rogando que no hubiera salido. Mis ruegos al parecer fueron escuchados y sin percatarme que no estaba solo entré de nuevo precipitadamente y golpeando las palabras - ¡Sensei! tiene que ayudarme. Dicen que la maté, pero no es verdad, nada así ocurrió... Betsy, ella ha inventado todo, ella habló de sacrificios ¡ella la mató!- mi maestro, apacible como siempre empezó a responderme luego de un breve silencio que a mi me pareció eterno - con calma, mi joven discípulo. Estoy al tanto de la situación. Te dije que también yo he investigado y aquí está la prueba de que eres inocente.
En ese momento me percaté de quién acompañaba a mi Maestro. Beatriz estaba sentada en una silla al lado de otro escritorio y noté tenía una expresión de horror en su rostro. Sus manos estaban en su boca, tratando de ahogar un grito y empezó a soltar frases que tampoco me parecían coherentes - tú... estás... pero yo te... - a lo que mi Maestro alzó una mano y pidió silencio - como verás, Beatriz se encuentra sana y salva. Desafortunadamente no puedo expresar las mismas palabras benéficas para sus acciones durante los últimos meses, las cuales te han perjudicado demasiado. He de decir que me dolió encontrar la verdad....
En ese momento el ruido de voces, gritos y gente corriendo en el edificio de un lado para otro se escuchó. Sabía que me buscaban pero me sentía reconfortado al estar con mi Maestro, él sabría qué hacer y ahora que Beatriz había aparecido todo se aclararía.
- Sensei- le dije ya sin ansia alguna - vienen por mi, ayúdeme, por favor. Y mi maestro me miró otro rato que también me pareció eterno - No te preocupes, no te encontrarán. Te he dicho que la verdad se descubrirá. Yo me encargaré de que así sea - Sonrió y yo, aliviado por completo le devolví la sonrisa.
-Ahora- dijo manteniendo su sonrisa en el rostro - descansa en paz.
Y en ese momento me desvanecí en el aire...
3 comentarios:
ohhh.... uuuhhhh... MIEDO... mucho miedo... me agrado su relato Dr... nos vemos pronto en el mundo espectral... ;)
atte. El segador de Almas...
Seguro nos veremos más pronto de lo que se imagina. n_n qué bueno que le agradó doctor. Oiga ya no se esconda tanto entre las tinieblas.
Ud! mató a Beatriz!
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