sábado, 8 de mayo de 2010

Yo no lo quería creer

... pero los MONSTRUOS existen.


  En los últimos días me he dedicado a ir de allá para acá en búsqueda de ingredientes para carbonizar. Ingredientes que puedan competir con las cáscaras de cacahuate, de naranja y los nunca bien ponderados calcetines usados que uno de mis amigos recomendó para experimentar. Siempre acompañado por mi fiel, lectrónica y mejor amiga, La Coketona.


 Con motivo de mis viajes he tenido que visitar lugares que nunca pensé existieran y abordar medios de transporte que sólo en la mente de los escritores de ficción, creí, podrían tomar forma. Mi sorpresa ha aumentado al ver cómo no sólo el transporte parece sacado de otra realidad sino también sus pasajeros...

  En el metro se ven muchas criaturas aterradoras, otras no tanto y algunas son una mezcla de fantasía y realidad. Y conforme uno se adentra a ese mundo, a veces subterráneo y otras a plena superficie de esta ciudad, la variedad con la que se topa va y viene. Pero ayer....

  Mis investigaciones carboníferas me enviaron hacia lugares poco visitados por mi, que en un pasado no muy lejano estaban poco habitados. Me dirigí hacia mi destino y decidí el metro era la opción más rápida y sencilla para llegar.

 "Un solo caso, poco trabajo". Decía en mi mente mientras iba a la línea "A" del metro. Eran las 6 pm... Dios...

  Las criaturas del metro nunca se me habían revelado tan... grotescas, tan llenas de ira y poderes nunca antes vistos. La gente, al llegar al andén para abordar los trenes se convertía en seres mitológicos, con varios pares de brazos y piernas, ojos por doquier, tentáculos, alas y demás miembros de pesadilla.

 -Se convierten para ganar un lugar en este pequeño inframundo, tienen que parecer amenazadores para que nadie les quite su asiento o su espacio dentro del tren- dijo lacónica mi fiel compañera.

  Llegó el convoy del metro y los monstruos se empujaron, sacaron armas y empezó una revuelta, gritos, aullidos y golpes secos se dejaban soltar por doquier, muchas cabezas y miembros, llenos de alguna sustancia verde que mi cromatógrafo de líquidos portátil no logró identificar, salieron volando. Todo ocurría mientras el metro, vacío, esperaba unos segundos antes de partir.

  - No se dan cuenta que al intentar ganar un lugar en realidad dejan ir ese lugar por el que casi pierden la vida - dijo mi amiga electrónica como respuesta a mis pensamientos al contemplar esa horrible escena.

  Sin necesidad de empujar, gritar o mutilar a alguien entré sin problema a uno de los trenes del metro y la puerta se cerró. Lentamente nos pusimos en marcha conmigo como único pasajero. Los demás se quedaron descuartizándose los unos a los otros, sin darse cuenta que el metro se iba sin ellos.

 - Nuestro destino está cerca, en unos 10 minutos llegaremos, relájate y olvida a esos despreciables seres - escuché a mi fiel pronunciar... pero para ella es fácil olvidar datos, mi cerebro no es como el suyo y no podía realizar tal cosa... olvidar.



  Llegamos por fin a nuestro destino donde nos hicieron esperar mucho rato... tiempo suficiente para tranquilizarme y concentrarme en mi tarea carbonífera. Cuando por fin pasamos a una pequeña oficina ya casi era de noche, el Sol saba su adiós con sus últimos rayos de ese día.

  Nos encontramos con un escritorio roto y tras de él una silla en la que su ocupante nos daba la espalda.

  - Buenas noches - inicié mi presentación - soy...

 - Sé quién eres y qué haces aquí - me interrumpió nuestro anfitrión - justo al mismo tiempo en que la puerta se cerraba, sin que, aparentemente, alguien lo hiciera.

 - Ha sido mala idea venir aquí, he perdido todo contacto con el exterior - dijo al fin mi electrónica compañera.

 - Has venido al sitio adecuado, pero permíteme presentarme... permíteme estrechar tu mano... - dijo el personaje que nos daba la espalda con un tono sombrío y más bien ronco.

 La silla empezó a girar lentamente.

  Un insecto gigante estaba sentado del otro lado del escritorio sus ojos mostraban malicia y extendió sus 6 patas hacia mi.

 - No puedo contactar a la base, he perdido contacto con el exterior - repitió mi amiga.

  Entonces la pesadilla real empezó...

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