martes, 12 de octubre de 2010

Magisterio

Desde hace unos días, meses o años, en realidad no lo recuerdo bien, me he metido a un movimiento que necesita una gran reforma en este y en otros muchos puntos de nuestro globo terráqueo. Y al respecto los escritores del Fénix: "Dos de cada tres alumnos de primaria tienen niveles mínimos en matemáticas, y la situación empeora en secundaria: nueve de cada diez obtiene resultados minúsculos en la prueba ENLACE"

  Yo sinceramente me negaba a creer que los jóvenes no supieran si quiera sumar y restar... creí, en un principio, me encontraba yo en una pesadilla o en una de esas películas de comedia-horror tan de moda últimamente.

 Pero no.

  No y no.

  Mi dolor de cabeza inició cuando descubrí lo de la sumas y restas; se convirtió en migraña cuando pedí una multiplicación y una división.


    Pero, a según rezan en mi pueblo, "la culpa no es del indio... sino de quien lo hace compadre". Y a éstos los he identificado como los maestritos que van a su clase, medio enseñan, medio están conformes con su trabajo, toman café por galones, echan más humo que una caldera de tubos de humo y se sientan en la sala de maestros a platicar sobre el último capítulo de la taranovela... y si uno les dice algo amenazan con renunciar. Más les valdría enlistarse al comercio informal.

  Y ellos que no saben sumar...
      Y ellos que no saben leer...
         Y ellos que no saben escribir...


Desde hace unos días, meses o años, en realidad no me quiero acordar, lucho (junto a un puñado de desvariados, iguales que yo) por dejar una pequeña pero fértil simiente.




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