domingo, 16 de mayo de 2010

Anatómica

Pronto, pronto, doctor, abrid sin miedo.

¿No oís cómo palpita aquí en el fondo

la queja de un sollozo quedo, quedo?

Abrid, abrid, doctor, que está muy hondo.


 
- ¿Dónde le duele a usted?-

Aquí escondido.

-Algún tumor tal vez, un cuerpo extraño...

- Es un dolor que ha tiempo lo he sentido.

 
Abrid, abrid, doctor, que aquí hay un nido

Y lo habita un reptil: ¡El desengaño!


 
- Enfermedad mortal, pobre paciente,

no la cura la ciencia en su adelanto...

¿Extraigo el corazón... ?

- Precisamente

el corazón, doctor... ¡Me duele tanto!

Enrique Geenzier






sábado, 8 de mayo de 2010

Yo no lo quería creer

... pero los MONSTRUOS existen.


  En los últimos días me he dedicado a ir de allá para acá en búsqueda de ingredientes para carbonizar. Ingredientes que puedan competir con las cáscaras de cacahuate, de naranja y los nunca bien ponderados calcetines usados que uno de mis amigos recomendó para experimentar. Siempre acompañado por mi fiel, lectrónica y mejor amiga, La Coketona.


 Con motivo de mis viajes he tenido que visitar lugares que nunca pensé existieran y abordar medios de transporte que sólo en la mente de los escritores de ficción, creí, podrían tomar forma. Mi sorpresa ha aumentado al ver cómo no sólo el transporte parece sacado de otra realidad sino también sus pasajeros...

  En el metro se ven muchas criaturas aterradoras, otras no tanto y algunas son una mezcla de fantasía y realidad. Y conforme uno se adentra a ese mundo, a veces subterráneo y otras a plena superficie de esta ciudad, la variedad con la que se topa va y viene. Pero ayer....

  Mis investigaciones carboníferas me enviaron hacia lugares poco visitados por mi, que en un pasado no muy lejano estaban poco habitados. Me dirigí hacia mi destino y decidí el metro era la opción más rápida y sencilla para llegar.

 "Un solo caso, poco trabajo". Decía en mi mente mientras iba a la línea "A" del metro. Eran las 6 pm... Dios...

  Las criaturas del metro nunca se me habían revelado tan... grotescas, tan llenas de ira y poderes nunca antes vistos. La gente, al llegar al andén para abordar los trenes se convertía en seres mitológicos, con varios pares de brazos y piernas, ojos por doquier, tentáculos, alas y demás miembros de pesadilla.

 -Se convierten para ganar un lugar en este pequeño inframundo, tienen que parecer amenazadores para que nadie les quite su asiento o su espacio dentro del tren- dijo lacónica mi fiel compañera.

  Llegó el convoy del metro y los monstruos se empujaron, sacaron armas y empezó una revuelta, gritos, aullidos y golpes secos se dejaban soltar por doquier, muchas cabezas y miembros, llenos de alguna sustancia verde que mi cromatógrafo de líquidos portátil no logró identificar, salieron volando. Todo ocurría mientras el metro, vacío, esperaba unos segundos antes de partir.

  - No se dan cuenta que al intentar ganar un lugar en realidad dejan ir ese lugar por el que casi pierden la vida - dijo mi amiga electrónica como respuesta a mis pensamientos al contemplar esa horrible escena.

  Sin necesidad de empujar, gritar o mutilar a alguien entré sin problema a uno de los trenes del metro y la puerta se cerró. Lentamente nos pusimos en marcha conmigo como único pasajero. Los demás se quedaron descuartizándose los unos a los otros, sin darse cuenta que el metro se iba sin ellos.

 - Nuestro destino está cerca, en unos 10 minutos llegaremos, relájate y olvida a esos despreciables seres - escuché a mi fiel pronunciar... pero para ella es fácil olvidar datos, mi cerebro no es como el suyo y no podía realizar tal cosa... olvidar.



  Llegamos por fin a nuestro destino donde nos hicieron esperar mucho rato... tiempo suficiente para tranquilizarme y concentrarme en mi tarea carbonífera. Cuando por fin pasamos a una pequeña oficina ya casi era de noche, el Sol saba su adiós con sus últimos rayos de ese día.

  Nos encontramos con un escritorio roto y tras de él una silla en la que su ocupante nos daba la espalda.

  - Buenas noches - inicié mi presentación - soy...

 - Sé quién eres y qué haces aquí - me interrumpió nuestro anfitrión - justo al mismo tiempo en que la puerta se cerraba, sin que, aparentemente, alguien lo hiciera.

 - Ha sido mala idea venir aquí, he perdido todo contacto con el exterior - dijo al fin mi electrónica compañera.

 - Has venido al sitio adecuado, pero permíteme presentarme... permíteme estrechar tu mano... - dijo el personaje que nos daba la espalda con un tono sombrío y más bien ronco.

 La silla empezó a girar lentamente.

  Un insecto gigante estaba sentado del otro lado del escritorio sus ojos mostraban malicia y extendió sus 6 patas hacia mi.

 - No puedo contactar a la base, he perdido contacto con el exterior - repitió mi amiga.

  Entonces la pesadilla real empezó...

miércoles, 5 de mayo de 2010

La terrible reducción del lenguaje






A mi juicio, una de las cosas que se han olvidado con tantas comodidades tecnológicas, con el ritmo de vida y la flojera (sobre todo esto último) es el comunicarse adecuadamente, ya sea de forma escrita o hablada. Lo cual se ve reflejado en toda forma de interacción moderna entre nosotros humanitos.

Una de mis tareas cotidianas es observar a la gente, descubrir sus comportamientos y el por qué de tales comportamientos. Ahora con monerías como facebook o twitter puedo acercarme más a hacer mi tarea, que tanto disfruto, de observar.




Y vaya si he observado. Ya lo mencionaba en la primer linea; las comodidades tecnológicas y los factores en los que nos desenvolvemos estás haciendo que nuestro lenguaje cambie, pero no he encontrado sea un cambio para diversificar el léxico adquirido con nuestro paso por la existencia sino que se va encareciendo de manera alarmante.


George Orwell en su obra "1984" ya vaticinaba el control de la población mediante la reducción del vocabulario existente, él lo llamó la 'Neolengua' y dicha reducción era sistemáticamente empleada para hacer que la gente, mientras menos palabras empleara tenía menos qué pensar, si pensaba menos tendría que oponerse menos al régimen. Y esta neolengua sí que funcionaba, de acuerdo al argumento de la recomendable novela del escritor británico.



¿Será que Orwell visualizó la mejor forma de control? Y es que la televisión aún no consigue del todo un control total, entonces la tirada sería meterse a lo que está de moda.




El uso de la mensajería instantánea ha ayudado a la causa, en donde a pesar de tener un amplio espacio se emplean pocas letras para comunicarse y la amplia confianza de estar charlando entre cuates (tal vez igual o peor versados en cuanto a ortografía y gramática se refiere) se cambian letras, se pasan por alto las reglas básicas de la escritura y la sintaxis; también, desde la invención de los mensajes de texto mediante el celular, se produjo la reducción de palabras: frases cortas y abreviaturas sustituyeron las oraciones para evitar mandar demasiados mensajes y aumentar el costo del uso del celular.


El resultado de esta abreviación, muchas veces innecesaria, de palabras y oraciones se ve traducida al mundo real. Una conversación entre jóvenes se ve reducida a unas palabras sacadas del léxico de un niño de primaria, un par de groserías y el nunca bien ponderado "güey" (y todavía insisten en escribirlo con "w"). Charlas en su mayoría sin sentido y sin una estructura sólida que le hagan a uno pensar en una lógica y un orden dentro de esos cerebros.


¿Será que en verdad mientras menos palabras se usen menos pensaremos? ¿Será que de esta forma los controladores del mundo nos dirán cosas y nosotros al no entender qué nos dicen sólo lo aceptamos así sin más?



Muchachos, pónganse a leer. Pero en serio, no sólo el periódico del personaje de al lado en el transporte público.


A modo de anécdota y para despedirme, les cuento que la semana pasada viajaba yo con rumbo a una consulta con un caso de epilepsia y una pareja de adolescentes iba conversando. De pronto escuché una de las peores violaciones a la lengua que hasta ahora haya tenido yo la desgracia de presenciar.



Conversaban sobre lácteos y él se quejaba de la lactosa contenida en su bebida favorita, a saber, la leche. Ella le incitaba a no dejar de beberla pues, de acuerdo a sus propias palabras, contenía sustancias que lo harían "ponerse fuerte". Y de pronto, se aventó la frase ganadora:




"Mírame a mi, yo diario tomo leche por la mañana y por la noche
pero-mas-sin-en-cambio estoy saludable"

Dios...

 
A la fecha sigo intentando descubrir qué quiso decir al mezclar tantas conjunciones adversativas (con una ya de por si mezclada) en una sola.




Agradeciendo su tiempo, y su paciente lectura, además de el apoyo de "Megaman X2", tiránico administrador de este espacio, para que regresara a escribir, me despido.


domingo, 2 de mayo de 2010

Yo no lo quería creer

... pero los FANTASMAS existen.

  Recordarán les conté que en esto de los estudios carboníferos que me llevarán a ostentar un título universitario sin tener que temer que me demanden por mentir, no empecé de manera solitaria, sino que tenía a Beatriz como compañera de equipo.

 Beatríz, luego de unos meses de avanzar, de algunas discrepancias y revueltas en el Abismo y en el Paraíso, salió del proyecto causando que todos a mi alrededor preguntaran por ella, si sabía de su paradero, que por qué tan repentinamente se había escabullido, sin despedirse, sin dejar rastro alguno.

  Betsy, la jefa del proyecto, parecía ser la única que entendía mi molestia cada vez que alguien volvía a preguntar qué había sido de Beatríz. Sólo ella y Jurogu (mi maestro Jedi) no preguntaron si sabía por qué ni una nota había dejado antes de desaparecer.

  Incluso Fengalon fue el más inquisitivo, sus preguntas eran como afiladas dagas que intentaban traspasar mi mente. Como si yo tuviera más información de la que el resto del mundo tenía sobre la desaparición de Beatriz. Como si yo escondiera algo bajo los experimentos diarios del carbón.

  Pasaron algunas semanas luego de la misteriosa desaparición. la gente poco a poco dejó de preguntarme qué había pasado, qué le había yo hecho para que se fuera. Casi todos lo fueron enterrando en la memoria, casi...

  Fue en uno de esas tardes cuando salimos, Fengalon y yo, a comer con la familia cristiana (en donde nos ponen una dosis enriquecida de canciones de alabanzas al por mayor) cuando empezó de nuevo a preguntar por ella... por enésima vez le dije que poco sabía sobre su desaparición. Y luego el rumbo de sus preguntas cambió.

 - Encontré tu bata - me dijo mi antiguo maestro de termodinámica - y noté tenía esas manchas rojas...
 -¿manchas rojas? - pensé por un momento qué manchas eran las que habían llamado la atención a mi amigo, quien ahora terminaba su caldo de pollo. Y es que cualquier persona que trabaja con sustancias químicas fácilmente olvida el origen de cada mancha que aparece en su bata.

 -¿Acaso esas manchas que encontré en tu bata... no son de sangre? - Fengalon interrumpió mis pensamientos y el postre terminó en silencio.

  Esa noche casi no pude dormir y cuando al fin logré hacerlo tuve sueños diversos y a la vez repetitivos. Las imágenes me presentaban a mi mismo en el laboratorio ralizando experimentos con el carbón activado y con nitrato de plata... esa sustancia una y otra vez aparecía por doquier. Cuchillos, manchas rojas, fuego, carbón...

  A la mañana siguiente me dirigí con Jurogu, mi Maestro. Al final él tiene la sabiduría que, por mucho, a mi me hace falta. Le conté sobre mis avances en el proyecto carbonífero y también sobre mi intranquilidad por el caso Beatriz y sobre el inquisidor Fengalon. Mi sueño también fue parte de mis relatos.

 - ¿Así que Fengalon también está en ésto?- preguntó mi maestro luego de que pacientemente escuchó las palabras de un desvelado pupilo. - Sensei - le dije, acercándome  a él - ¿usted sabe algo más sobre la desaparición de Beatríz? - Y el Maestro volteó a todos lados de la oficina donde nos encontrábamos para asegurarse que estuviera vacía y habló en el volumen adecuado para que sólo yo pudiera oírle - He conducido mi propia investigación - al fin dijo - a pesar de que los altos mandos prohibieron seguir haciéndolo y he llegado a cosas interesantes- Inmediatamente me exalté, mi maestro, quien se había mostrado renuente a saber sobre el caso había descubierto algo que podría resolver tanto misterio. -¿Qué cosas, maestro? - le pregunté esperando ser lo suficientemente digno de su confianza para que me compartiera sus descubrimientos - Todo a su tiempo- dijo mi sensei con una sonrisa llena de paz - la verdad se descubrirá.

  Esa tarde le conté a Fengalon mi sueño, mientras comíamos la exótica comida del restaurante cristiano. -¡Claro!- exclamé mientras repasaba mentalmente las imágenes de mi sueño - nitrato de plata, esa cosa causó las manchas en mi bata, no es sangre Fengalon, es nitrato de plata.

 Fengalon se acomodó en su asiento y bebía su agua roja, era agua de jamaica. -¿Será?- preguntó más para si mismo que para mi - yo creo que es una buena coartada y que podrías haber engañado a todo mundo con eso del nitrato, pero no a mi... yo sé lo que pasó con Beatriz- Fengalon también había descubierto la verdad y ahora que estaba a punto de enterarme, por alguna razón, no tenía ganas de saberla - has sido bueno al esconder tus pistas, con aquello del nitrato, el carbón, el horno carbonizando tus muestras a 650°C y reconozco - siguió mi amigo lentamente - que no soy muy hábil con la química inorgánica pero afortunadamente tuve ayuda de Betsy para unir el rompecabezas... nunca lo creí posible... tú... - se detuvo mirándome con rencor, aún no entendía sus palabras, pero sabía que no podía ser bueno - tú, te deshiciste de ella. ¡Tú mataste a Beatriz!

  Lo siguiente pasó todo muy de prisa, apenas terminó Fengalon su frase decidí tenía que escapar. Algo así no podía salir a la luz, no sé qué consecuencias tendría pero tenía que escapar. Salté de la silla donde estaba comiendo, tiré algunos platos y salí corriendo, sin pensar, hacia la oficina de Betsy. Ella, tan amable y comprensiva que había sido todo este tiempo, podría explicarme todo.

  Apenas llegue comencé a hablar, de forma tan rápida como casi ininteligible - Betsy, yo no fui, yo no hubiera podido hacer algo así ¡tienes que creerme! - Betsy, de forma calmada, casi como si esperara que yo llegara así, precipitadamente, comenzó a hablar - tranquilo, yo sé que nada hiciste tú... sólo que a veces hay que darle pistas con las que trabajar a los investigadores... - yo, aún intentado recuperar el aliento, no entendía lo que estaba diciendo - afortunadamente todos por aquí confían en la jefa de instrumentación... como sabes toda investigación requiere de sacrificios, y los recursos se nos estaban acabando así que tuvimos que... lo siento... pero lo que aún no entiendo es qué haces áquí todavía... - mi corazón latía aún más fuerte con cada frase que Betsy iba soltando así casi sin importancia, mi mente casi en sincronía con mis latidos también trabajaba "¿sacrificios?", "¿nosotros?", "¿todavía?". Había sido un error ir con ella, aunque seguía sin comprender qué pasaba. Lo que sí sabía es que yo no había matado a nadie. Cuando de nuevo iba a emprender la huída vi que Fengalon llegaba por la única entrada y salida del edificio. La oficina de mi Maestro estaba en el edificio frontal... si tan sólo hubiera otra salida...

  Me dirigí tan rápido como pude a uno de los laboratorios, cerré con seguro las dos puertas de acceso sabiendo que estaba perdido si me quedaba ahí mucho tiempo pues si Fengalon llegaba, esos seguros no tendrían la mínima oportunidad contra su devastadora fuerza. Por otro lado Betsy tenía todas y cada una de las llaves del edificio, así que sólo había de esperar unos segundos a que encontrara la llave correcta. Miré al techo y entonces encontré mi salida, las campanas de extracción. Me subí a una mesa y desde ahí alcancé una de las campanas de extracción usadas para sacar los vapores de las sustancias químicas ahí empleadas. Mientras iba escalando por el ducto escuché a Betsy gritarle a Fengalon - ¡ha confesado! ¡él la mató! ¡ve por él, no lo dejes escapar!

  Al fin logré salir al techo del edificio, dejando de escuchar los gritos de Betsy y sintiéndome aliviado al ver el edificio contiguo donde mi Maestro me podría escuchar y aconsejar. Salté entre los techos y llegué al edificio sabiendo que tenía poco tiempo antes de que Betsy alzara la voz de alarma y media escuela estuviera persiguiéndome. Corrí desesperadamente a la oficina de mi Maestro, rogando que no hubiera salido. Mis ruegos al parecer fueron escuchados y sin percatarme que no estaba solo entré de nuevo precipitadamente y golpeando las palabras - ¡Sensei! tiene que ayudarme. Dicen que la maté, pero no es verdad, nada así ocurrió... Betsy, ella ha inventado todo, ella habló de sacrificios ¡ella la mató!- mi maestro, apacible como siempre empezó a responderme luego de un breve silencio que a mi me pareció eterno - con calma, mi joven discípulo. Estoy al tanto de la situación. Te dije que también yo he investigado y aquí está la prueba de que eres inocente.

 En ese momento me percaté de quién acompañaba a mi Maestro. Beatriz estaba sentada en una silla al lado de otro escritorio y noté tenía una expresión de horror en su rostro. Sus manos estaban en su boca, tratando de ahogar un grito y empezó a soltar frases que tampoco me parecían coherentes - tú... estás... pero yo te... - a lo que mi Maestro alzó una mano y pidió silencio - como verás, Beatriz se encuentra sana y salva. Desafortunadamente no puedo expresar las mismas palabras benéficas para sus acciones durante los últimos meses, las cuales te han perjudicado demasiado. He de decir que me dolió encontrar la verdad....

  En ese momento el ruido de voces, gritos y gente corriendo en el edificio de un lado para otro se escuchó. Sabía que me buscaban pero me sentía reconfortado al estar con mi Maestro, él sabría qué hacer y ahora que Beatriz había aparecido todo se aclararía.

 - Sensei- le dije ya sin ansia alguna - vienen por mi, ayúdeme, por favor. Y mi maestro me miró otro rato que también me pareció eterno - No te preocupes, no te encontrarán. Te he dicho que la verdad se descubrirá. Yo me encargaré de que así sea - Sonrió y yo, aliviado por completo le devolví la sonrisa.

 -Ahora- dijo manteniendo su sonrisa en el rostro - descansa en paz.

  Y en ese momento me desvanecí en el aire...

sábado, 1 de mayo de 2010

Yo no lo quería creer...

... pero el SABOTAJE sí existe.

  Mi ausencia en este espacio se ha debido a mis múltiples ocupaciones en el ramo de la industria del carbón, mismas que han sido complementadas con mis visitas a la H. Facultad de Medicina de mi Universidad con el Dr. Rolando. Un hombre rollizo con un bigote de revolucionario cuyo sentido del humor hace que el largo y pesado camino de ida se olvide. A él lo acompaña un hombrecillo que ostenta el título de 'Biólogo', a quien llamaremos "Guillermo" para proteger su verdadera identidad; el biólogo actúa como el patiño del doctor y no falta cuando salga regañado o usado en elgún chiste del propio Dr. Rolando.

  El motivo de mi visita al Dr. Rolando es para continaur con mis estudios carboníferos, pues al ser el dueño y señor de los microscopios, mi mentor de Medicina tiene facultad para ver los objetos hasta un rango de 800 nanómetros. Su poderosa vista me dirá si mi carbón realmente está activado.

 Claro que no todo se obtiene facil en esta existencia y antes de que el Doctor pueda hacer uso de su visión nanométrica las muestras tienen un proceso previo de preparación para al final optimizar el rango de su visión.

  Tal preparación nos llevó 3 semanas... largas como ellas mismas. En las cuales por las mañanas asistí religiosamente a seguir experimentando con carboncillo y por las tardes me dirigí hacia Medicina para preparar las muestras de carbón. Salí tarde, dormí poco, me divertí menos...

  Al fin el doctor, luego de una anécdota que incluía a Guillermo gritar como niñita de 5 años al ver disectar una rata, me dijo que el paso final de la preparación sería meter las muestras en una resina para polimerizar y darles dureza. La polimerización se lleva a cabo a 60°C en un horno durante 2 días. Antes de despedirnos esa noche, el Doctor contó cómo Guillermo había quedado (por alguna razón que se quedó entre mi cansancio y mis ganas de retirarme) en ropa interior, en plena presentación frente al director, de una investigación de células intestinales.

 

  Pasaron los dos días y cuando llegué al laboratorio del Doctor deseoso de ver en acción su poderoso rango de visión, encontré al doctor en un rincón sin su sonrisa habitual que lo acompaña a donde quiera que va.

  "Ya me esperaba algo así...", dijo el rollizo doctor a modo de saludo.

  Luego me explicó que era habitual en ese laboratorio (donde además de el mismo Doctor y Guillermo laboran también es ocupado por otros 4 investigadores más) tener actos de sabotaje entre 'colegas'. Me enseñó las muestras que habíamos dejado en la resina y me resultó irreconocible el trabajo de 3 semanas. Pareciera que una familia de marmotas hubiera hecho ahí su hogar. Todo destruído, inútil, inservible... Guillermo diría que seguro fue un accidente, un accidente de algún otro investigador, dijo el enclenque Guillermo.

  El Doctor y Guillermo entonces contaron algunas de los actos de sabotaje de los que ellos mismos han sido víctimas durante su estancia en ese laboratorio. Luego de un rato ya con más ánimos dije que no habría otra cosa qué hacer sino repetir el trabajo y ya con la moral recuperada el Doctor contó sus chistes y más anécdotas que incluían a Guillermo siendo golpeado por unos 5 niños con un bat cuando le pidieron la hora y éste no llevaba reloj.

  Resignado a repetir otras 3 semanas de lo mismo me despedí de ese par tan padre. Me dirigí al filtro de agua a llenar mi botella, miré la Luna pensando que la seguiría viendo desde ese edificio otras 3 semanas. De pronto alcancé a oir a alguien murmurar detrás del filtro, me acerqué un poco por mera curiosidad gatuna y escuché claramente un gruñido seguido de unas palabras: "sigan riendo de mi... sigan haciéndolo... y ya verán..."

  De entre las sombras salió Guillermo quien se dirigió a mi y con un gesto torcido que intentaba pasar por sonrisa me dijo:


  "Vete con mucho cuidado... ya ves, por aquí los accidentes ocurren..."
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