Primero, mi padre, desde lejano oriente, trajo regalos la semana pasada en lo que fue una reunión bastante opuscante, puesto que albureamos a todas las que atendían la tienda de ropa. Claro, sin que ellas se dieran cuenta, lo suficiente, como para echarnos del lugar.
Luego ocurrió aquello del Centro, con todo y Capital del Sexo incluída y con las manualidades de herr Gibranov de las que ya he hecho loas en la entrada anterior pero que nunca está por demás seguir diciendo que son dignas de encomio y agradezco con fervor. (a caray...)
Durante la semana hubo espectativa que terminó con una fiesta sorpresa en el Servicio Social con pizza, pastel y, lo que nunca puede faltar en toda fiesta: hasta con gorrones incluídos.
Con celular y dignidad renovadas... hoy concluyó la celebración, a cargo de los 7 Jinetes del Apocalipsis... de los cuales 1 me dijo que estaba muuuy lejos de su casa y que al no conocer a los demás se iba a sentir incómodo; otro dijo que no se encontraría en la ciudad pues estaría atormentando en otras partes a civiles inocentes; uno más ni siquiera se dignó a contestar y uno último cambió de planes y las circunstancias no le dejaron unírsenos. Y nuestro médico de cabecera seguro estaba curando harta gente.
Hubo celebración por los goles de México ante E.U. y brindamos con chela en la diestra por nuestra locura, por las mujeres, por la mancha de mostaza que apareció en un lugar que no debió aparecer, en mis pantalones (puesto que debió caer de abajo para arriba para llegar ahí), por brindar, por la jurisprudencia de las mujeres, por la hamburguesa que comíamos, por no tener con qué brindar.... en fin, brindamos hasta de lo que la censura estaría encantada de conocer.
Descubrimos, con gran tristeza, que las nieves a las que eran reglamentarias visitar ya han cerrado y ahora venden lámparas a lo que no pude evitar sentirme como Charlton Heston en esta cinta:
Bebimos y luego bebimos más, pero no sólo alcohol, también hubo agüita de mango y alfalfa, que por cierto causó furor en mis compinches pues no conocían su sabor... bueno, hasta el tipo que me despachó el agua me vió raro cuando le pedí sabor alfalfa. Creo ni él sabía existía ese sabor...
Justo después, cuando sorbíamos nuestras respectivas refrescantes, surgió la duda existencial más grande y digna de encomio de todos los tiempos desde que cantamos y bailamos allí mismo en Coyo hace un par de años en diciembre, con esta tonadita:
Incluso se logró desplazar la anécdota aquella de cuando fui a recoger mi cartilla de servicio militar junto con uno de los 7 Jinetes y salió otra máxima, digna de contarse en otra entrada del blog.
¿ Qué hay en un convento ?
Incógnita que ha hecho perder el juicio a los estudiosos del tema y ha hecho perder varios Nobel por no llegar a la correcta respuesta que sólo Agui tiene y no comparte con los mortales...
La lluvia no impidió que nuestra reunión siguiera e incluso participamos de ella, con riesgo de luego enfermarnos, quedamos empapados al seguier caminando, sin sentido mientras hablábamos de mujeres, traiciones, chismes escolares que afectarían la virilidad de los aludidos y demás cosas que conciernen a las pláticas de un pequeño grupo de machos gorilas.
Casi nos mojan a cada charco que pasábamos y uno de nuestros Jinetes se cayó cuando menos lo esperábamos, pero con todo y ésto nuestra tropa tuvo un día sin novedad.
El regreso fue largo, pues mojados y cansados aligeramos el paso. Pero sirvió para sacar a la luz de la razón más sobre Informática Forense y procesos de Licuefacción del Oxígeno.
... y pensar que una quiromante me dijo que al cumpir 22 moriría...
Agradezco al equipo de producción que hizo todo esto posible con agradecimientos especiales para las siguientes personas:
La señorita que vende ropa por decirme, sin pudor ni recato alguno, que no llevara ciertos boxers puesto que "aprietan mucho a tus amigos allá abajo"
A los vendedores de las sex shops por tener títulos de películas como "sóplame la velita"
Al repartidor de volantitos a quien Gibranov interrogó sobre cómo llegar a una pulquería.
A los señores policías que fueron interrogados, también, por Gibranov sobre cómo llegar a una pulquería.
Al restaurante de comida china que nos timó diciéndonos que comíamos pato, cuando era evidente que era pollo.
A los que se dejaron convencer por Beatríz para hacer la fiesta sorpresa.
A los gorrones de la fiesta sorpresa.
Al inventor de Paint, sin él el regalo del Dr. K no hubiera sido posible.
Al señor que se me acercó sólo para decirme "Disculpe la molestia joven, pero, buenas tardes" y se fue.
Al señor de Coyoacan que tenía una raqueta en la mano siniestra y que nos iba siguiendo, o nosotros a él, nunca nos quedó claro.
A los compañeros de Agui que aparecieron inesperadamente y él con aliento alcohólico... y en paños menores.
A los puestos de libros que tienen lonas impermeables.
A los conductores de los coches que casi nos mojan al pasar por un charco en Avenida Universidad.
A los grafiteros de Churubusco quienes nos mostraron su arte.
Gracias.
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