viernes, 17 de junio de 2011

Terapia


      Dado mi nerviosismo de las últimas semanas decidí recurrir a mi viejo terapeuta, el Alquimista de Hastelloy, quien siempre tiene alternativas y curas casi milagrosas contra mis males.

La verdad no sabía qué tenía, pero mi poco sueño y mi mucha hambre ya habían comenzado a hacer estragos en mi mente, en mi núcleo, en mi alma. Finalmente, luego de muchos días de ausencia de parte de mi alquimista de cabecera, me atendió y me dijo, como buen Freudiano que es, que todo se encontraba en mi subconsciente lleno de mujeres... así que para liberar mi presión tuve que recordarlas y escribir sobre cada una de ellas.



  Y escribí

    Y escribí

       Y no supe cuándo la mañana se hizo tarde y la tarde decayó en la noche...
Y cuando menos pensaba en el mundo exterior, un ruido me hizo salir de mis pensamientos. Al parecer alguien aventó una piedra en mi ventana. ¿Cómo saberlo? El único ruido exterior era un grillo trasnochado como yo.

Leí lo último que había escrito sobre la veterinaria, mujer detestable donde las haya, uno de esos casos en los que, sólo de recordarlo, bien puede exclamarse "¿cómo es que estuve con ella?".

 De nuevo otro golpe, pero ahora estaba ya más despierto y supe que venía de la puerta frontal. Así que, ya fuera por que no había dormido y tenía baja la concentración, ya por mi interés en terminar lo que al parecer estaba dando alivio a mi psiqué fui apresuradamente a ver qué me interrumpía. Abrí la puerta. El viento frío rozó mis mejillas.

  Y entonces los vi, frente a mi, 5 esqueletos aparentemente viéndome fijamente. Y uno a uno comenzó a señalarme. Lentamente se fueron acercando a mi. Cerré la puerta, esto no podía ser posible ¡debe ser un sueño! me dije repetidamente mientras sentía cómo mi respiraciónse agitaba y un sudor frío se apoderaba de mi cuerpo.

-No, no puede pasar algo así- me volví a decir una y otra vez. Y el viento frío al que dejé entrar cuando abrí la puerta me envolvió y me paralizó.


  Abrí los ojos. Aún la luna llenaba de luz la calle. El grillo y su molesto ruido eran mi única compañía. Sí, todo fue un sueño, un mal sueño.

Me levanté del suelo y me dirigí a cerrar mi libreta donde escribí sobre las mujeres de mi vida sentimental, cinco hasta ahora, cinco historias llenas de coas buenas y no tan buenas. Todas ellas con un final similar... Pensé era mejor irme a la cama, esas pesadillas podían volver si seguía con mi ejercicio mental.

  Subí la escalera, y me tumbé en mi cama, estaba demasiado cansado para hacer nada más. Apagué la luz.



Abrí los ojos. Aún la luna llenaba de luz la calle. El grillo y su molesto ruido eran mi única compañía. Sí, todo fue un sueño, un mal sueño. 

Me levanté del sueño y al dar tres pasos aparecieron una seguida de la otra... esas osamentas. Rodeándome, señalándome, no pude hacer nada más que temblar al ver cómo una de ellas se acercó más y más hacia mi. Sé que es imposible, pero puedo jurar que sentí su aliento, tan frío como el hielo... y me besó...

 Se separó de mi y me dijo con una terrible voz que emergía de todo su ser:

   "No dejes de pensar en nosotras..."


  Acabo de abrir los ojos. Aún la luna llena de luz la calle. El grillo y su molesto ruido acompañan a mi pulso que tiembla por lo que acabo de sentir, ver y oir. No tengo ganas de levantarme, ni siquiera pienso hacer un mínimo ruido.

Y sus palabras ¡ESAS PALABRAS!


  No... yo nunca las olvidaré...

  Sr. OpusCante

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