Terminar algo no siempre es del todo placentero. Sobre todo si se trata de una relación con alguien más.
Y no necesariamente hablo de relaciones amorosas en donde los sentimientos ebullen a flor de piel y la escarcha llena el cerebro cuando no se tiene a la persona amada/deseada cerca.
Acá, al consultorio han llegado varios casos ajenos y propios sobre esto que ahora me ocupa y de todo ésto hago una breve reflexión para mis dilectos seguidores y detractores.
En si mismo terminar significa una renovación, un volver a iniciar. Inicio que no suele ser fácil porque estamos limitados evolutivamente a quedarnos con lo que nos da seguridad, con lo ya probado. No en balde exite esa vieja cita del paremiario: "Más vale malo por conocido, que bueno por conocer".
En estos últimos meses tuve la oportunidad de establecer un vínculo con unas 90 personas totalmente disímiles entre sí con las cuales aprendí muchas cosas que no cabrían en texto alguno de este nuestro querido espacio virtual, mucho menos en aquellos pequeños lugares de texto que proporcionan las redes sociales.
Y cuando llegué con ellos era claro que temían el cambio, ya estaban acostumbrados a hacer las cosas de una-u-otra manera, ya tenían confort, costumbre. Y se enfrentaban a lo desconocido. Al miedo.
Afortunadamente pude poner en práctica una de las técnicas aprendidas en el Tibet sobre manejo-de-grupos-que-no-estuvieron-contigo-desde-el-inicio-y-cómo-hacer-sopa-de-cucurbitácea y hoy me siento satisfecho con el resultado.
¿Se pudo hacer más?
Seguramente, pero sólo de los tropiezos se puede aprender a correr.
¿Lo volvería a hacer?
No que no me digan el Doctor Masoquista, pero sí, ya he vendido mi alma por otro año para esta causa, antes de seguir mi viaje por este mundo de la transformación de la materia y la energía.
Pero, como humano que soy (y nada de ésto me es ajeno, ya saben) tengo miedo... miedo ante lo que en un par de meses comenzará en esto que es el eterno retorno...
Hastelloy Alchemist
P.D.: Los voy a extrañar chavos, a cada uno de ustedes...